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From: Familia-GSF@yahoogrupos.com.mx [mailto:Familia-GSF@yahoogrupos.com.mx] On Behalf Of Miguel Angel Lozano
Sent: Monday, March 14, 2011 5:43 PM
To: Familia GSF
Cc: Miki Lozano
Subject: [Familia-GSF] Camino de San Carlos al Sumi

 

 

Querida Familia GSF:

Aprovecho para enviarles este regalo prometido en el 108 aniversario de Mexicali. Ya lo había enviado hace algún tiempo pero algunos de ustedes me pidieron que lo enviara otra vez. 
Es un relato de los que mi Mamá ha escrito sobre sus recuerdos de antaño al llegar a estas tierras; como el que ya les envió en una ocasión mi hermana Mary.

Léanselo a sus hijos, nietos, hermanos, etc. Para que conozcamos nuestras raíces y orígenes y reforcemos nuestra identidad familiar. También a los mayores, a lo mejor ellos podrán agregar algo o platicar sus vivencias. Mi Mamá era una niña cuando paso todo esto. Algunos ya eran mas grandes y tendran otras vivencias.
A lo mejor, despues, hacemos un libro con todo lo que nos platiquen de sus recuerdos.
Para que lo anexes al sitio, Luis Felipe, con algunas de las fotos que tu tienes.

Saludos.


Miguel Angel Lozano Gaspar.


 

Camino de San Carlos, Coah. al Sumi, Baja California

En el año de 1935, cuando yo tenía 10 años, empecé a escuchar a mis papás de la necesidad de salir del lugar donde vivíamos, en el estado de Coahuila.
 
En una hacienda de nombre San Carlos vivían mis papás con nueve hijos, los padres de mi mamá y los padres de mi papá que vivían en un rancho llamado San Fernando (donde yo nací). Además vivían con nosotros mis abuelos por parte de mi mamá y sus tres hijos solteros.
 
Mi papá cultivaba en ese rancho lo que consumía la familia: maíz, frijol, papas y hortalizas; también criaban algunas especies de aves, como guajolotes, gallinas y cokenas. Tenía vacas finas que había traído del estado de Texas, donde vivió antes de casarse con mi mamá. Todo esto nos abastecía de alimentos muy nutritivos. Tenía también un "trapiche" (así le decían a una especie de molino movido por mulas, donde molían la caña y hacían la melaza y el piloncillo) adonde acudían los que sembraban caña y la procesaban pero no pagaban con dinero si no con la misma miel. Comida no faltaba, pero dinero sí y faltaba el dinero para los demás gastos. Las cosas se agravaron cuando el Presidente Lázaro Cárdenas hizo la repartición de tierras en ejidos y a mi papá no lo dejaron donde estaba, si no que le dieron tierra en un lugar árido y pedregoso donde no había agua. Ese fue el motivo principal que los hizo abandonar ese lugar.
 
En ese tiempo, un señor llamado Francisco Rodríguez formó un grupo de personas que solicitaron tierras aquí en Baja California. En ese grupo andaba un hermano de mi mamá y vinieron a conocer y ver las posibilidades de venirse. A mi tío le gustaba exagerar las cosas y le mandó decir a mi mamá que aquí eran tierras de promisión, que se barría el dinero con la escoba y que había muy buenas escuelas. Esto último fue lo que más entusiasmó a mi mamá porque ambicionaba que todos siguiésemos estudiando, pero ¡oh, desilusión! Ni primaria había en el lugar a donde llegamos.
 
Para realizar el viaje mis papás vendieron en San Carlos todo lo que tenían; animales, aperos de trabajo, enseres de casa, etc. ¡Y a iniciar el viaje en una troca! (como les decían allá, con redilas, no muy grande para la cantidad de personas que veníamos).
 
Éramos mis papás y nosotros; mis abuelos maternos y paternos, una hermana de mi mamá con su esposo y un niño; dos hermanos de mi mamá, solteros, y una hermana de mi papá también soltera. Además otros dos que se pegaron. ¡Fue una odisea ese viaje!
 
Pero lo más trágico fue cuando llegamos a un rancho llamado Sumi. Creo que el nombre se debía a un Japonés que anteriormente trabajaba en ese rancho. Ahí fue donde estaban las dichosas tierras. En adelante se llamó colonia Oribe de Alba. Pues allí llegamos a ese lugar todo polvoriento, sin casa, cansados del viaje. Había ahí una enramada de cachanilla, sin paredes llena de maquinaria vieja y le dijeron a mi mamá que por lo pronto allí nos acomodáramos.
 
Fue una gran tristeza, una gran desilusión y mi mamá dijo: "Nada más un año nos vamos a quedar aquí", pero eso fue para desahogarse de la mala impresión que le causó ese panorama, porque en San Carlos ya no teníamos nada, así que no hubo más que entrarle duro al trabajo.
 
Desmontar las tierras fue un trabajo muy duro. Entonces no había la maquinaria apropiada y tuvieron que hacerlo con hacha, machete, pico y pala. Mis hermanos mayores que tenían 15 y 16 años, trabajaron como adultos. En el verano mi papá los levantaba a las 4 o 5 de la mañana para aprovechar las horas en que no se sentía tanto el calor. Se me pasaba contarles que el mismo día que llegamos, mi mamá consiguió que nos prestaran una casa de madera que, según dijeron, había servido como comedor a trabajadores del mismo rancho. Tenía una estufa muy grande, muy apropiada para la gran familia que éramos.
 
Y así fue pasando el tiempo, con mucho trabajo y carencias de todo tipo, pero gracias a Dios se fueron solucionando los problemas más importantes.
 
Como ya les dije anteriormente, veníamos creo que veintiún personas en el troque (ya hablamos el idioma cachanilla) y ya se imaginarán todo lo demás que traíamos y eso que ya nos habían quitado unas pocas cosas al pasar la línea, pues veníamos por E.U. con un permiso de tránsito.
 
Como que no va muy en orden mi relato, pero ya se han de imaginar, no es igual tener diez años a setenta y tres años después.
 
Llegamos en la noche del día primero de noviembre a Andrade (frontera con Los Algodones). Allí nos acomodamos como pudimos, para pasar otro día a Baja California. Cuando veníamos por Estados Unidos no vendríamos muy bien, pero como era carretera buena, no se desacomodaba nada, pero una vez que pasamos, todo saltaba dentro del troque, aquello parecía una licuadora. Había una plaga que le decían gusanos quemadores, todo estaba tapizado de ellos. En todos los años que tenemos aquí no he vuelto a ver otra plaga como esa. Yo creo que fue para darnos la bienvenida.
 
Pasaron como unos cinco años para que hubiera un poco de alivio en lo económico. En el transcurso de ese tiempo, apenas en diciembre de 1936, mi mamá se enfermó de pulmonía. En ese tiempo no había remedios eficaces contra esa enfermedad y se vió bastante mal. Con muchos trabajos la trajeron a Mexicali y Dios nuestro Señor le puso en su camino al Dr. Merino; médico muy considerado con la gente que no tenía dinero.
 
Cuando eso sucedía, mi abuelita Carmen se había ido a San Carlos para traer a mi abuelito que se había quedado allá para terminar el periodo de presidente municipal en Jiménez, Coahuila.
 
Cuando regresaron, las cosas andaban muy mal en casa, tanto económicamente, todo en desorden, además mi hermana menor tenía 6 meses de edad y teníamos que atenderla de todo porque mi mamá estaba enferma. Pero como donde todo falta, Dios asiste, hubo un señor que buscaba un terreno para que pastaran sus vacas y le ofrecieron a mi papá que si permitía que metiera sus animales en las parcelas podrían utilizar la leche de la ordeña. Así lo hicieron y como era bastante leche la que sacaban, fue una gran ayuda.
 
Al siguiente año de que llegamos, se gestionó que enviaran a un maestro que atendía el primero y cuarto grados. La primaria la terminamos en Cuervos (hoy Ciudad Morelos).
 
Con el esfuerzo de todos se fue mejorando la situación, hasta llegar a lo que actualmente todos conocemos.
 
Ahora reconozco que así como Dios le dijo a Abraham: "Deja tu lugar de origen y anda a la tierra que yo te mostraré", así a nuestros padres Dios los iluminó para salir de San Carlos y traernos a esta tierra, e igual que los Israelitas hemos peregrinado con mucho trabajo, a veces con desaliento y obras con optimismo para llegar a lo que somos actualmente. Una familia numerosa, con aciertos y desaciertos, pero todos unidos con la ayuda de Dios.

María Dolores Gaspar Vda. de Lozano
Mexicali, Baja California. 14 de Marzo de 2011